Con la mirada perdida

Y no estás bien, pero tampoco estás mal. Estás ahí sostenida, esperando, con la pequeña esperanza de que el tiempo pueda ordenar todo aquello de lo que tu no eres capaz. No sabes si estás bien, no sabes si no lo estás. No sabes si eres feliz, no sabes si buscas algo mejor, no sabes que hacer... joder.
No sabes absolutamente nada.
Te levantas cada mañana dispuesta a esconder toda esa confusión tras tus mejores sonrisas, tus mejores canciones, tus mejores tonterías, y tu mayor falsedad para aparentar ser feliz. Pero en el fondo no lo sientes. Tu alma no sonríe y tu corazón no ríe a carcajadas.
Aunque tampoco lloran y tal vez, ese, sea el mayor problema.
Sabes perfectamente que seguirás en ese estado que tanto te caracteriza hasta el día en el que no puedas más. Hasta que tu paciencia se agote por completo o el número de dudas sobrepase el nivel de almacenamiento de tu cabeza. Seguirás así -estando pero sin estar- hasta que te desahogues. Y tan solo en el momento en el que se hayan agotado todas tus fuerzas, hasta que las palabras te golpeen como puñales o tu autoestima dé un bajón impresionante, no explotarás. Tienes que esperar y continuar a flote, (físicamente presente, pero perdida en tu interior) hasta que el depósito de paciencia que tienes en el interior reviente de la forma más tonta posible.
Será ahí cuando todos esos pensamientos y cada una de tus confusas palabras se fusionen hasta convertirse en lágrimas sin sentido que se evaporarán y desaparecerán tras haber cruzado tu cara.
Lágrimas y pensamientos que fluyen, que se van lejos y que hacen que tu mente quede limpia, clara y libre de todo tipo de incertidumbres. Lágrimas que, finalmente, consiguen que vuelvas a la normalidad, que seas la misma de siempre: esa niña que sonríe salga o no salga el sol, la que se despoja para sentir el frío, la que se ríe sola sin miedo a que la definan como loca... esa niña excesivamente feliz que puede con todo lo que le pongan por delante.
Pero no adelantes acontecimientos pues, por ahora, seguirás andando por ahí con la mirada perdida, tratando de encontrarte a ti misma entre toda esta maraña de desorden y alboroto.
~~ Y si quieres entretenerte hasta que llegue ese momento, puedes empezar a crear un listado con las películas más tristes del cine, 
comprar una gran tarrina de helado de vainilla y tener a mano un par de paquetes de clínex... que el resto viene solo.~~


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