Y me levanto una mañana y siento que todo es diferente.... que nada ni nadie puede conseguir que me derrumbe. Me doy cuenta de que tengo a los mejores amigos del mundo, que mi familia me quiere muchísimo, y que la vida es un misterio que necesita ser descubierta por uno mismo, pues cada persona tiene un rumbo y un objetivo final diferente. Me siento viva, alegre y con ganas de comerme el mundo. Que ya no estoy enjaulada, llorando por ansiar la felicidad. Que estoy dispuesta a salir pisando fuerte y con la cabeza bien alta... y nadie podrá impedirlo.
Por fin, siento que todo se vuelve de color rosa, que cada momento del día es especial o que cada día de la vida es valioso por algún motivo. Descubrí que, si te fijas bien, esto no es tan duro como parecía, y que, si te lo propones puedes hacer que todo a tu al rededor parezca más fácil de lo que era. Todo depende del punto por el que se miren las cosas. De que hagas uso de la parte más positiva de ti y de que vayas por ahí con una sonrisa siempre. Sea dibujada o de corazón, al final, te acostumbras tanto a ella que se transforma en permanente y verdadera. Eso sí, nadie dijo que no fuese a costar lo suyo, y que antes de comenzar habría que inyectarse una pequeña dosis de paciencia, fuerza y esperanza.
Ah por cierto, he vuelto y dispuesta a quedarme para siempre.
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