Gracias. Necesitaba esto, de verdad. 

Pensé que nadie sabría profundizar más allá de esa falsa sonrisa que me dibujo cada mañana frente al espejo. Que conseguía hacerle creer al resto del mundo -y a mí misma- que esto no me afectaba para nada, ni pizca. Y que todos se tragarían mis mas estúpidas respuestas de <<no me pasa nada, estoy bien>>.
Creí que era invisible, que nadie más podía verme, o que los que sí podían, hacían como si nada, como si mi vida estuviese completamente solucionada y no necesitase ayuda.
Como si nadie fuese capaz de atravesar esa máscara mía aparentemente feliz... ni de oír esos gritos silenciosos que les lanzaba al mundo pidiendo socorro.
Pero entonces apareces tu, de improvisto. Demostrándome lo contrario. (demostrándome que me conoces de verdad, que estás ahí... ah, y que siempre lo has estado, aunque ni tu hayas dado suficientes señales de ello, ni yo hubiese deparado en las pocas que sí lanzaste).
Sí, has estado a mi lado todo el tiempo, día tras día: viendo como me desmoronaba poco a poco y concluyendo que algo falla, que hay algo que no va del todo bien. 
Vale, reconozco que no me aportaste fuerzas a través de abrazos, sonrisas o de charlas en las que debo contarte toda la verdad o expulsar toda la mierda que llevo dentro. Reconozco que aparentaste hacer como si nada, simular no darte cuenta de lo que me estaba ocurriendo.
Pero lo hiciste de un modo que solo tu sabes hacer. Te superaste, me transmitiste apoyo de una forma sorprendente... inesperada: lo hiciste a través de un gran conjunto de palabras que un día tecleaste por mí. Decidiste perder parte de tu valioso tiempo para hacerme ver que sí, que desde el principio notaste la falsedad de mis innumerables sonrisas, que mentía cada vez que actuaba como si todo fuese estupendamente. Me demostraste que podías verme, que nunca fui invisible para ti y que habías oído todos y cada uno de los gritos desesperados que lancé. 
Una vez más, descubrí que eres de lo más especial e importante que tengo. Ese tesorito valioso que debo proteger y apoyar en todo momento. Esa persona que me conoce más que a nadie en el mundo y que me sabe comprender de la mejor forma posible. 
Sólo espero que me perdones, por haberme ausentado de ti por alguien que realmente no valía la pena. Perdóname, por no haber sabido valorar lo que siempre permaneció a mi lado. Por excluirme de tu vida y evadirme de lo único que verdaderamente importaba: nuestra amistad. 
Nunca podría describir con palabras la forma en la que me has ayudado, todo lo que me has aportado con esos pequeños detalles que solo a ti te caracterizan. Y es que has conseguido muchísimo. Sabes bien que sin ti nada de esto hubiera sido posible y que ahora mismo seguiría atascada al borde del abismo.
Que te has convertido en el centro de todas mis fuerzas y el principal motivo por el que continuar.
De verdad, te prometo que el lazito que me une a ti es indestructible. Y que por ese mismo motivo, continuaré a tu lado aportándote la fuerza que te haga falta -aunque sé que es poca, porque tu eres una auténtica y fuertísima luchadora-, sacándote sonrisas, tirándote del pelo, dándote besos babosos o, simplemente, demostrándote que sigo aquí aunque no siempre me veas. Nunca me cansaré de intentar que seas feliz, porque precisamente eso es lo que has estado haciendo tu conmigo durante tanto tiempo.
Te quiero, y esta amistad, esta unión será infinita. Porque aunque llegue el día en que cada una rehaga su nueva vida... aunque la distancia se interponga en nuestro camino, siempre me acordaré de ti antes de tomar cualquier decisión importante. Porque ¿Sabes qué? Confío en ti, y nunca olvidaré nuestra enorme promesa. Lo prometimos. Y eso nos hará siempre cambiar de opinión.
Eres mucho, vales mucho. Espero que lo sepas. 
TE QUIERO MUCHÍSIMO.


PD: Corazón inocente, retoma la hora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario