Y un día te levantas y decides sonreír. Y no. No es una de esas sonrisas que habitualmente estas acostumbrado a pintarte, no es ese gesto con el que sueles engañarte a ti mismo, no es una simple tapadera. Es real. Una sonrisa de corazón... y vale, la verdad es que tu vida no está yendo como realmente quieres, y aunque las cosas no te vayan del todo bien y ni siquiera tengas motivos para curvar los labios de ese modo; lo haces. Sonríes.
En ese momento descubres que con una sonrisa, los problemas pasan desapercibidos, la vida es mucho más sencilla, te sientes mejor, disfrutas... te sientes libre.
Ahora estás decidido, llevarás puesta una sonrisa en la cara siempre que puedas.
A pesar de todo, puede que en el fondo si que hayan motivos para hacerlo.
Ahí va el primero: Sigues vivo.
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