Bye bye, life


Y por fin llega el momento en el que te quieres sentir bien. Quieres respirar, y notar como el oxígeno se va apoderando de cada milímetro de tus pulmones. Quieres sentirte libre, reirte y disfrutar como nunca habías disfrutado... quieres no temerle a nada. Pero hay algo que te lo impide, siempre hay algo que te lo termina impidiendo.
Entonces sales de tu casa para buscar ése oxígeno entre los callejones, sonríes para esconder lo contrario, corres con la intención de creer que vuelas para dejar atrás toda esa ira, todo ese miedo y toda esa impotencia que te invade.
Lo haces con la esperanza de que funcione... pero no funciona.
Y llenas tu cuerpo de bebidas energéticas y de alcohol para olvidarte, aunque sea un pequeño instante, de todos tus problemas y preocupaciones... pero al final lo único que se esfuma es el efecto de las bebidas: los problemas siguen ahí.
Así, día tras día, comienzas a envolverte en capas y capas de alguien que no eres tú. Te dibujas una careta que no sólo esconde tu cara, sino los sentimientos que no quieres dar a la luz.
Tu corazón se endurece hasta convertirse en piedra y tu alma se hace de hierro.
Pero entonces, llega un momento en el que no te reconoces. Un momento en el que no sabes quién eres ni cómo has llegado hasta aquí.
Te pesa el cuerpo y sientes que no puedes más, que tienes que acabar con todo y ponerle fin a tu pasado, a tu tristeza, e incluso ponerle fin a tu vida.

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